Cataluña y Elresto

España es un país Frankenstein de nacionalidades mal cosidas, que, cada vez que intenta avanzar, se descoyunta y se ve forzado a echarse atrás hacia el autoritarismo conservador.

Y es que el pueblo catalán o vasco pueden ser progresistas, innovadores y liberales pero el español no. No es que los ciudadanos y ciudadanas españoles sean especialmente de derechas, no se me entienda mal (porque no es cierto), es, simplemente, que el pueblo español, cuando es liberal, pierde su identidad de pueblo. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: cuando el pueblo español asume la libertad y la democracia como sus valores básicos, lo primero que hace es reconocer el derecho de catalanes y vascos a decidir su futuro. Pero, si catalanes y vascos deciden salirse del pueblo español, privan a éste de su identidad, porque el pueblo español no sabe definirse sin ellos, sólo se concibe como el todo. No hay una identidad de “elresto” del pueblo español sin una o dos de sus partes, la identidad española es la del conjunto global.

Por eso el pueblo español, como pueblo, sólo sabe ser de derechas. Si es de izquierdas deja de estar completo en cuanto vascos o catalanes dejan de apoyarle, se queda sin identidad, no es capaz de articularse, ni de hablar, ni tampoco de hacer valer su personalidad sin autoritarismo frente al pueblo catalán o vasco.

Por eso el nacionalismo español más centralista florece estos días, por eso el pueblo español pierde siempre y ganan sus elites. Por eso seguimos repitiendo nuestra historia de épocas de avances sociales y libertad que llevan al surgimiento de movimientos separatistas y son contestados con el autoritarismo centralista… y vuelta a empezar.

El estado de las autonomías intentó resolver este problema dividiendo la identidad española en regiones. La idea no era mala, ya que así se crearía un estado central que articulase el conjunto de varios pueblos disjuntos cada uno con su identidad: catalanes, castellanos, gallegos, vascos, andaluces, etc. Pero no funcionó. Las identidades de los viejos reinos medievales no consiguieron unir realidades a las que la historia ha separado demasiado. Se terminaron creando simples regiones con muy poca identidad, incapaces de hacer valer sus necesidades en un Madrid que acapara cada vez más y más poder político y económico dejando alrededor el desierto de la España Vacía.

Ante este estado de cosas no queda más que una solución sensata, aunque a simple vista parezca descabellada: la creación de una nueva identidad nacional de lo que podemos llamar Elresto.

Por Elresto entiendo toda España excepto Cataluña, Euskadi y Navarra. ¿Por qué realizar esta división y no otra? Pues está claro: no por razones históricas, ni lingüísticas, ni culturales, ni geográficas sino de simple sentido común. Es evidente que el experimento del café para todos ha sido un fracaso. No tiene sentido dividirse en regiones tan pequeñas que no llegan a tener entidad política suficiente para defenderse por sí mismas ni para tener voz y peso político en Madrid. Tampoco ha funcionado la idea de juntar varias comunidades autónomas con afinidad cultural en macro-regiones como los Países Catalanes.

Al final,  quienes, ahora mismo, tienen capacidad y ganas de lanzarse a la aventura de formar una entidad nacional son Cataluña y Euskadi (quizá junto a Navarra que ya tiene una enorme autonomía económica). El resto estamos muy cansados de nacionalismos y sólo queremos que estos problemas se resuelvan para poder ocuparnos de lo realmente importante. Tampoco es cuestión de destruir las comunidades autónomas después de lo que costó crearlas, urge ser, sobre todo, sensatos y economizar esfuerzos. Las comunidades autónomas pueden quedar como lo que ahora son: administraciones regionales que en algunos casos protegen regiones con fuerte identidad cultural y lenguas propias. En todo caso, si alguna región llega a tener identidad, peso político y ganas suficientes como para articularse como nación, se pueden desarrollar cauces para que lo haga, siempre que ello tenga un precio y no se convierta en una forma de que los políticos regionales “saquen más dinero de Madrid”.

Ya sé que el nombre de “Elresto” no es muy estimulante, pero es lo único que resulta sensato.  Habría que convocar un concurso de ideas (que, conociéndonos, duraría siglos) para conseguir darle un nombre aceptado por todos, porque si le llamamos Castilla se enfadarían los andaluces, baleares, gallegos, cántabros y no digamos los leoneses; si le llamamos España tendríamos que buscar otro nombre para el conjunto global (a no ser que catalanes y vascos se independizaran del todo y entonces todo sería más fácil porque ya no necesitaríamos conjunto global ni nombre). Sería sensato que la capital de Elresto estuviera en Madrid por motivos geográficos y por no crear más problemas, pero no estaría mal que la capital del conjunto global estuviera fuera de Madrid. Se me ocurre una ciudad ideal para ello: Teruel que, a pesar de ser Elresto no es castellana sino aragonesa, no está muy lejos de los vascos y nos permitiría descentralizar un poco y prestar atención a la desolada Siberia ibérica.

¿Resultan demasiado estrambóticas todas estas propuestas, demasiado alejadas de la realidad política, demasiado matemáticas? Lo son, sin duda, son pura lógica, pero en momentos como este, en el que todo se ha deteriorado tanto y los argumentos y contrargumentos políticos son una maraña indescifrable, tenemos que acudir a la pura lógica de los locos y los niños para conseguir proponer algo sensato.

2 Respuestas a “Cataluña y Elresto

  1. Hago mi aporte: ¿Por qué no una España en la que Vascos, Navarros y Catalanes dejen de sentir que para ser ellos mismos han de separarse de ElResto? Yo sueño con un mundo sin fronteras donde cada ser humano es su propio gobierno, yo lo practico, se siente muy bien. Buen día y gracias por tus artículos.

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    • Pues no sé, Rosa María, se puede soñar con ese tipo de país, pero, a mi me gusta jugar con futuros que se salen un poco de la realidad y exploran otros caminos, pero no completamente. Sinceramente, ese futuro se me sale demasiado, no es que no me guste, pero creo que está demasiado lejos…por desgracia, porque, como dices sería ideal vivir en un mundo sin fronteras.

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