La política de la hormiga: de Sánchez a Sánchez

Los expertos en dinámica de sistemas dicen que uno de los fallos más importantes del pensamiento humano es nuestra escasa capacidad para entender la complejidad. Dicen que todas las personas deberíamos aprender las nociones básicas de los sistemas complejos para comprender, no sólo la tecnología, sino también las relaciones humanas y la política. Estoy de acuerdo con ellos, es más: creo que, ahora mismo, la clase política española necesita urgentemente unas lecciones aceleradas de dinámica de sistemas para poder navegar la delicada situación en la que nos encontramos.

La política española siempre ha tenido una enorme tendencia a oscilar de un extremo a otro. La historia de nuestros siglos XIX y  XX y de lo que llevamos del XXI está llena de bandazos. En las últimas décadas hemos pasado de ser pioneros en energía renovables y fomentar con una generosidad exagerada la fotovoltaica a imponer el “impuesto al sol”, pasamos de ser parte de Trío de las Azores a promover la Alianza de Civilizaciones, de ser pioneros a la hora de legalizar el matrimonio gay a imponer multas a las procesiones del coño insumiso…

Las sociedades y los seres vivos, al igual que las máquinas, necesitamos mantener estables nuetras condiciones de vida y evitar ese tipo de oscilaciones, porque, en el mejor de los casos, son inútiles y malgastan grandes cantidades de energía y, en el peor, pueden conducir a la inestabilidad total (lo que en las sociedades humanas equivaldría a la guerra).

Uno de los resultados básicos de la ingeniería de sistemas dice que, cuando un sistema oscila demasiado, conviene relajar el esfuerzo de control. Traducido a términos corrientes, quiere decir que un exceso de ímpetu por conseguir un objetivo puede causar comportamientos oscilantes e inestables. ¿Es ese el problema de la política española? ¿Tenemos siempre demasiada prisa por conseguir los objetivos políticos y lo único que hacemos es fomentar vaivenes que no llevan a nada?

Por otra parte, la cosa se complica cuando, a mayores, no sólo hay un esfuerzo de control “demasiado impaciente”, sino que, además, se tiene una visión simplista de la realidad. Los seres humanos tendemos a interpretar la realidad bajo la luz de una sola explicación o dinámica, pero la realidad se basa en muchas dinámicas entrelazadas que actúan a la vez y se realimentan. Las dinámicas ignoradas suelen hacer que los sistemas, no sólo no se controlen, sino que muchas veces se dirijan justo en la dirección contraria a la deseada.

El Proçés catalán, por ejemplo, da la impresión de haberse basado en una visión muy simplista de la sociedad española, del gobierno de Rajoy y también de buena parte de la sociedad catalana. Dudo que sus impulsores fueran conscientes de hasta qué punto sus acciones iban a desatar el nacionalismo español con la virulencia que hemos visto estos meses; nacionalismo español que los ha llevado todavía más lejos de sus objetivos de lo que estaban en 2010.

Soy la primera en pensar que la crisis que estamos viviendo necesita soluciones que pasan por  cambiar de raíz el actual sistema económico, político, los actuales modos de vida, de relación social, el ideal de desarrollo tecnológico…. También creo que estamos yendo demasiado lentos en los cambios que necesitamos para superar el declive energético y el choque contra los límites del Planeta. Pero, desde la dinámica de sistemas, creo que lo más importante en estos momentos, por encima de todas las demás cuestiones, es no alimentar esas perniciosas espirales de degradación que nos llevan a la inestabilidad total y a la realimentación de las catástrofes: eso que llamamos habitualmente los patrones de colapso.

La forma correcta de actuar, bajo mi modesto punto de vista, se puede resumir en un verso de Jorge Riechmann: ágil ojo y paso lento. Es preciso que nuestra visión sea amplia y mire muy lejos, es necesario que los objetivos de control que nos planteamos sean ambiciosos y que tengamos el firme propósito de dirigirnos a ellos. Pero también es preciso avanzar con mucha calma para chequear constantemente si estamos sabiendo ver el sistema en su globalidad y estamos evitando los perniciosos efectos rebote.

A riesgo de ser tachada de chauvinista, me gustaría citar un ejemplo que, creo, no debería ser ignorado por los líderes políticos nacionales a pesar de ocurrir en una modesta ciudad de provincias: la acción del grupo de Valladolid Toma la Palabra en coalición con el PSOE en el Ayuntamiento de mi ciudad. Valladolid llevaba 20 años con un gobierno del Partido Popular que basaba su política en la bronca continuada. La situación en 2015 era muy similar a la del gobierno de Rajoy: procesos judiciales contra el alcalde, una creciente polarización ciudadana, una sensación de mordaza cultural y mediática, y un discurso político (tanto en las instituciones como en las calles) lleno de insultos y descalificaciones.

Por suerte, la campaña de las alternativas de izquierdas no entró al trapo de la bronca política y se basó en las propuestas positivas, en las ideas, en estar constantemente a pie de calle dialogando…en definitiva: se basó en el trabajo político humilde y bien hecho. Esta misma capacidad de trabajar como laboriosas hormigas ha sido la tónica de las y los concejales en el equipo de gobierno y quizá la persona que más encarna esta actitud es nuestra concejala de Medio Ambiente, María Sánchez. Todo esto ha cambiado completamente el tono de la política vallisoletana y los debates ciudadanos, que ahora se centran en las cosas que hay que hacer y ya no son una continua diatriba de “rojos contra fachas”. Además está viéndose concretado en una buena labor de gobierno que, poco a poco y en medidas concretas, aplica políticas del menos es más: soluciones  ecosociales que nos encaminan hacia un buen decrecimiento y nos apartan de los patrones de colapso ecológico y social.

Ante la delicada e inestable situación de la política española y ante las enormes posibilidades que tenemos de entrar en patrones de colapso, creo que la única actitud que puede conducir a buen puerto es esta de la laboriosa hormiga. Es preciso una política que aminore la confrontación, es muy importante que no despierte resistencias, pero también es necesario que siga avanzando con tenacidad en la solución de los problemas de fondo. Aunar todas estas cosas requiere mucho más trabajo que una política de decretazos y golpes de timón, además precisa mucha humildad. La laboriosidad y la humildad son la actitud contraria a la que nos ha llevado a la crisis actual, porque están reñidas con la corrupción, con la desfachatez, con la inmoralidad de quien quiere enriquecerse rápidamente y aferrarse al poder como sea.

Espero que el gobierno de Pedro Sánchez sepa tener esa actitud de humilde y laboriosa hormiga igual que la tiene nuestra compañera María Sánchez. Espero que tenga –y le dejen tener– la calma suficiente para avanzar con ágil ojo y paso lento. A eso también deberíamos ayudar todos y todas, no exigiendo del gobierno acciones precipitadas que ignoren la enorme complejidad de esta sociedad española, que no se si entendemos, y que la historia nos demuestra que ha estado siempre muy malamente controlada. Personalmente, yo sólo le pediría una cosa a este gobierno en estos dos años: un sólido proceso de regeneración de la democracia.

13 Respuestas a “La política de la hormiga: de Sánchez a Sánchez

  1. Para poder «regenerar» algo tiene que haber existido previamente. Me temo, querida Marga, que en España nunca ha habido democracia…

    Por lo demás, totalmente de acuerdo en la necesaria lección de Dinámica de Sistemas a nuestra clase política. Algo habrá que hacer para proponérselo… ¿Qué tal usar vuestro proyecto MEDEAS para empezar? http://www.medeas.eu

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      • «Algo de democracia», como si la democracia fuese un líquido o un árido, un ingrediente de una combinación al gusto de cada quien… Ese es el problema. Aquí o gobierna el pueblo, o no gobierna. Y me temo que no lo hace, así que será otra cosa, pero no DEMO-cracia.

        Por tanto más que «regenerar» algo que nunca hubo, pidamos «Democracia real ya», una vez más.

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      • Pues yo creo que la democracia, como tantas otras cosas, sí se debe tratar en esos términos, Manu. Si nos pasamos la vida con valoraciones «binarias» con sólo valor 0 o 1 nos perdemos el valorar los avances, que se hacen poco a poco. Yo creo que ese es un defecto de la izquierda hispana que lo ve todo en blanco y negro y critica todo lo que no llega a sus varemos, y, un día adora a ciertos candidatos o programas que son ideales y al siguiente los tira completamente a la basura.

        Hay que tener en cuenta que hay cosas malas y peores y hay que elegir las malas. Ejemplo: cuando en lugar de votar a los menos malos te abstienes, dando su voto de forma efectiva a los malisimos o a los pesimisimos.

        Yo creo que hay que pasar a la mentalidad analógica, o incluso fuzzy, los binarios provocan oscilaciones tremendas. Poc a poc.

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      • Bien, acepto tu sistema de medición de la democracia. Pongámonos analógicos… o al menos aumentemos la frecuencia de muestreo lo máximo posible. Veamos… De los miles de decisiones de gobierno o leyes aprobadas desde que cumplí los 18 años he podido participar en mi parte alíquota de decisión en… ¿cuántas? ¿2, quizás? (Referéndum de la OTAN y de la Constitución Europea) Vaya, pues 2 entre varios miles (aproxima tú misma esa magnitud) se parece bastante al 0 absoluto (o binario) 😉

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  2. «Es preciso una política que aminore la confrontación, es muy importante que no despierte resistencias, pero también es necesario que siga avanzando con tenacidad en la solución de los problemas de fondo.» El problema es cuando ambos criterios entran en contradicción, Marga. Y cuando hablamos de que el problema de fondo es una disyuntiva Capitalismo vs. Vida, es IMPOSIBLE «no despertar resistencias». El Capitalismo y sus beneficiarios no se autodisolverá porque sí… e intentará el camino suicida de huida hacia adelante, llevándonos a todos consigo.

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    • No estoy tan de acuerdo contigo en este aspecto, Manuel. Se puede trabajar no despertando resistencias innecesarias, buscando intereses comunes, hacerlo poco a poco y evitando los visceralismos y los egos. Aunque no despertar ninguna resistencia sea imposible si se pueden minimizar.

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      • Ah, bueno, si son «innecesarias», entonces no hay nada que discutir ;-P Una cosa es asumir el conflicto «inevitable» y otro ir buscando más problemas de los necesarios 😀

        De todos modos si hablas de «egos» creo que no estamos hablando del mismo tipo de resistencias… Pensaba que hablábamos de conflictos de tipo político.

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  4. Cambiando de tercio y ampliando campo, si me permite la Dra. Mediavilla, los argumentos aquí presentados sobre las dinámicas no lineales son igual, especial y, casi diría, urgentemente aplicables al ámbito de la salud. En éste, como en todos, no es tanto un problema de dificultad para comprender el funcionamiento de los sistemas complejos por parte de quienes deberían hacerlo, algo perfectamente asequible para una inteligencia media. Es más una cuestión de vencer inercias y resistencias, de pereza mental, en definitiva de superar la «ley» del mínimo esfuezo. Porque en ámbitos sanitario y asistencial es más fácil aplicar las herramientas del simplismo, el reduccionismo y el mecanicismo que abordar los retos de salud, enfermedad y curación como lo que son: manifestaciones del sistema adaptativo complejo que es la persona. Porque es más fácil ignorar las dinámicas de los sistemas que abordarlas.
    Las consecuencias de abordajes simplistas sobre problemas complejos no se demoran: una indicación local, por ejemplo, reducir la inflamación con un antiinflamatorio, desencadena toda una serie de procesos no solo locales, también sistémicos con potenciales efectos finales muy alejados del propósito inicial. Por ejemplo, un aumento del riesgo de infarto.
    Estudio de dinámicas no lineales, teoría del caos… Necesitamos las herramientas de una ciencia sistémica que nos permita abordar los problemas de la salud y la enfermedad de cada persona (la auténtica individualización) en su característica complejidad. Y podemos prescindir de una «ciencia» ilusa que pretende reducir la enfermedad y la curación a un simple problema de ajustes mecánicos.
    También aquí, en el ámbito asistencial, un exceso de control como el referido por la Sra. Mediavilla desde un enfoque simplista y reduccionista, que no solo niega sino que persigue activamente los abordajes sistémicos anatematizándolos como «no científicos», viene a dar al traste con la innata capacidad de los sistemas complejos de adaptarse a las cambiantes condiciones ambientales.
    Hablamos de sistemas a diferentes escalas, pero (al modo de los fractales) igualmente abordables desde enfoques sistémicos. Si nos referimos a la asistencia sanitaria individual de la persona enferma, tenemos que valorar, a menudo facilitar y a veces estimular el potencial adaptativo y curativo de sus síntomas y enfermedades. Y solo cuando sea realmente necesario aplicar el predominane enfoque supresor (que no curativo) con los «quita-síntomas», farmacológicos y de otro tipo, necesarios como son en ocasiones.
    Si, en otra escala, hablamos del exceso de control desestabilizando sistemas y estropeando finalmente lo que intenta arreglar, entonces salta a escena la actual campaña de acoso y derribo contra todo ejercicio médico no convencional. También los que abordan adecuadamente salud y enfermedad desde enfoques sistémicos, holísticos. Campaña perfectamente sincronizada (a cada quien su mérito) desde frentes mediáticos, corporativos, institucionales y hasta gubernamentales, al grito supremacista de todo por una «ciencia» que a fin de cuentas pretende reducir las complejidades de la salud, la enfermedad y la curación de las personas a un simple, exclusivo y excluyente problema de ajuste mecánico. A todas luces erróneo.
    Gracias.

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